A la preocupación constante por cómo llegar a fin de mes, por no perder el trabajo; al castigo de los permanentes aumentos impositivos y la realidad de una recesión que afecta la producción, el comercio y la industria, los entrerrianos han debido acostumbrarse a otro grave problema: el de la inseguridad.
Nuestras tradiciones provincianas de puertas abiertas, de caminar sin temores por la calle, se han suplantado por acciones de prevención y medidas de seguridad que hemos debido adoptar, y que hasta hace un tiempo nos eran ajenas. De la mano del narcotráfico y las mafias enquistadas en lugares de poder, los hechos delictivos como el robo, los arrebatos callejeros, los asaltos y hasta los crímenes se han vuelto una realidad cotidiana.
En Paraná, los asesinatos se suceden a un lamentable promedio de uno por semana. La mayoría de las víctimas son jóvenes que caen por enfrentamiento entre bandas rivales.
Mientras el gobernador Urribarri se entretiene con su imposible sueño presidencial, los entrerrianos quedamos expuestos a una situación de incertidumbre, desamparo y miedo.
Ante la realización de la Cumbre de Presidentes del Mercosur en la capital provincial se está montando un operativo de seguridad sin precedentes, lo que nos parece lógico y razonable.
Pero le pedimos a Urribarri que ponga la misma dedicación al cuidado de la vida y la seguridad de cada entrerriano, porque es esa su primera obligación.
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